viernes, 20 de diciembre de 2013

Sabor a hospital



¡QUE GRANDES PERSONAS! Mi planta estaba llena de grandes personas con unos corazones que no les cabían en el pecho de lo grandes que eran. 

De estas prácticas me llevo un gran tesoro, y no, no es todo lo que he aprendido, que ha sido mucho, si no una pulsera, sí, estaréis diciendo que está diciendo está loca, pues sí una pulsera, una pulsera hecha por un paciente, que en sus horas muertas en el hospital hace cositas de esas, y tuvo el magnífico y gratificante detalle de hacerme una preciosa pulsera. 

Otra cosa que nunca se me olvidará es ver como un señor al que le has brindado tu mejor sonrisa en los últimos días se emociona al saber que no vas a volver a su habitación a mirarle la fiebre, la tensión o como él me decía “ay marinia xa veis ahí pincharme el dedo”. O mi ancianito preferido que me llamaba guapa y le decía a su mujer “hoy no vino esa chica tan guapa”. Como mi compañera de prácticas, María, siempre me decía “son unos amores todos”, y que razón tenía. 

Ay y mi señorina de la 228 que siempre que me acercaba a su cama oía un “ay mi asturiana” Son pequeñas cosas, simples palabras, pero que te llenan tanto que te hacen sentirte bien contigo misma, no se es que no se explicarlo, lo tienes que vivir para saber lo que es. 

Los voy a echar tanto tanto de menos, no pasar las tardes en el hospital, yendo de habitación en habitación, y saber que cuando vuelva a Santiago mi próximo destino es la horrorosa facultas de Enfermería, pasar la mañana entera sentada en una silla esperando  a que se terminen las interminables clases, que angustia y que desgana tan  grande. 

Solo me queda el alivio de saber que este año aun me quedan otras cinco semanas de practicas y que en tres años, que enseguida pasan, o eso es lo que me digo para animarme, estaré si hay suerte trabajando en un hospital, rodeada de gente a  la que cuidar y darle todo mi cariño y mis ánimos.

Hoy toca decir adiós. Un adiós amargo.

Queridos lectores, hoy todo llega a su fin. Un fin para siempre, ya que no volveremos a reencontrarnos con las mismas personas que han llenado mi vida estas cinco semanas.
Hoy toca cerrar el libro de lo que han sido, sin exagerar, las mejores cinco semanas de mi vida. Y hoy escribo el último punto. Un punto y final de este libro, pero que sin duda será el primero de mi exitosa saga.
En mi libro ha habido muchos personajes, algunos más benévolos, otros más malévolos, pero todos, por una vez en la vida, se unieron para guiar al protagonista (la, en este caso) en sus aventuras. ¿Título? Pues no lo sé. Tal vez, sería una estupidez ponerle título a algo tan grande.
Y metáforas aparte, este tiempo ha sido magnífico; ha sido tan gratificante que algo en mí muere al dejar hoy ese hospital. Como dijo Fany, "ellos se van pero tú te quedas", y es cierto, pero hoy, hoy es otro día. Hoy es el día en el que yo me voy. Y ellos... simplemente se quedarán ahí.
Me entristece pensar en que no voy a volver a entrar por esas habitaciones y a encontrarme sus caras de necesidad, de cualquier cosa. No encontraré esa mirada de agradecimiento. No encontraré sus bromas, ni sus múltiples acentos de la costa gallega. No encontraré nada.
No podía marcharme sin una foto de Silent Hill y sus enfermeras
Y en mi casa, sin medicación que preparar, sin esa rutina que ya me había creado, miraré por la ventana y pensaré "¿Qué tal estará Fulanito? Ay, ojalá que hoy hubiera comido un poco más que estos días". Y cada vez que vea un tapón amarillo tirado por casa me entrará la nostalgia de los buenos tiempos en los que los usaba para cerrar vías.


Menudo dramón estoy haciendo de algo tan estúpido ¿no? tal vez, pero, yo que puedo asegurar que entré en Enfermería sin saber exactamente si era lo mío, esto me ha hecho amar más y más a mi profesión.
Me ha hecho abrir los ojos a la realidad, a las personas. Me ha hecho ser más humana y persona. Me ha hecho reencontrarme conmigo y con lo que quiero.
Hoy, último día, digo adiós a lo que me ha hecho sentirme enfermera estas semanas, para volver de nuevo al camino de la sapiencia y de adquirir nuevos conocimientos. Pero una parte de mí seguirá muerta. Una parte de mí seguirá esperando a las siguientes prácticas, para llegar al hospital y que la reanimen. Porque, queridos lectores, en el hospital no sólo se curan los pacientes, también me curo yo.
Muchas gracias a todos los que leísteis  nuestras entradas, he de decir que no me esperaba tanta acogida, y que estoy orgullosa de lo mucho que hemos trabajado en ello Fany, María, Lore y yo. Hemos sacado lo más profundo de nuestro ser para mostrarlo a todos vosotros, y esperamos haberos enamorado de la Enfermería. Eso, para nosotras, sería lo más recompensante.
Muchas gracias a todos mis pacientes, a los que les deseo absolutamente lo mejor, la pronta recuperación y la más absoluta felicidad. A los que fueron mis pacientes y se marcharon, especialmente a Jose Luis, les deseo que allá donde estén, si es cierto que existe algo más, estén con sus más queridos y que disfruten de una eternidad placentera, ya que se lo merecen por lo mucho sufrido.
A todos y cada uno de ellos, mil millones de gracias.
A todas las enfermeras, a todos los médicos y residentes, a todos los auxiliares y celadores, muchísimas gracias por todo lo enseñado, por lo integrada que me hicisteis sentir y por mostrarme la realidad del hospital desde el otro lado. Gracias, de corazón.

Dulce locura

Cuando comenzamos este pequeño Blog, lo hicimos más por obligación (lo que sea por aprobar la asignatura) que por ganas. Pero lo cierto es que, al menos para mí, ha supuesto un modo de desahogo, de reflexión.

Hoy se acaban mis primeras 5 semanas de enfermera, que no serán las últimas, por supuesto. Echaré de menos esos paseos con mis Macarios hacia el Clínico, haciendo el idiota como solo nosotros sabemos hacerlo bien. Echaré de menos entrar en esa unidad y tener esos momentos de máximo cotilleo, tonterías y muchas, muchas risas con mis compis Jessica, Alba y Roberto. Quien iba a decir que purgar sueros iba a unir tanto. El abuelo, la pija y la de Santa Comba siempre en el corazón, no olvidar! jajaja

Echaré de menos las salidas del hospital, las vueltas a casa cantando y saltando en el coche (Antón, va por ti, sobre todo jajaja), llegar a casa cansada y hambrienta, pero satisfecha.

Y sobre todo...

Echaré de menos esos pasillos, a las enfermeras, a los pacientes... No volveré a entrar en una de esas habitaciones y que me saluden por mi nombre. Esta vez ellos se quedan y yo me voy. Y me da mucha pena.

Por primera vez, tengo claro mi futuro. No quiero ser médico, ni astronauta, ni policía, ni otras profesiones que se me vengan a la cabeza. Quiero esta dulce locura.

QUIERO SER ENFERMERA. 



Gracias por hacerlo posible. 



jueves, 19 de diciembre de 2013

Se acabó lo que se daba...

Hoy, 19 de Diciembre del 2013, se acaban las practicas en el hospital...y parece que fue hace nada cuando me vi en aquella planta por primera vez con cara de nervios y desesperación y ahora ya se acabaron =(

Estas 5 semanas en el hospital me han servido de mucho. En primer lugar, me han ayudado a entrar en contacto con este preciosa profesión bajo la supervisión de los enfermeros de la planta, me he dado cuenta de la complejidad y de la concentración constante que exige este trabajo, pero he de decir que... ¡¡ ME ENCANTA !! En segundo lugar, he aprendido muchísimo en cuanto a procedimientos, cuidados y medicación, que en la carrera pues ya nos habían hablado pero en plan teoría, pero a la hora de la práctica, pillas las cosas mucho mejor y ya no se te olvida. Y para terminar, durante mi tiempo en el hospital he conocido a personas fantásticas...mis queridos pacientes, que con sus antibajos, siempre tenían una sonrisa y una palabra bonita hacia mí.

Me da mucha pena irme porque al principio no te lo parece, pero te involucras en el trabajo de tal manera que ahora cambiar así de golpe la rutina que llevabas pues te da algo de pena. Pero bueno, esta experiencia me motiva aún más a esforzarme a sacar esta carrera adelante y poder cumplir mi sueño.

Así que desde esta entrada, os deseo mucha suerte a todos aquellos que vayáis a empezar prácticas en el hospital y que mostréis iniciativa y ganas de aprender a la oportunidad que os dan.

Muchas gracias a todos mis enfermeros y pacientes. ¡¡ Espero volver a veros algún día !!

¡Gracias!

Las primeras gracias se las quiero dar a mis compañeras de Blog, por haberme puesto tan morriñosa y sensiblona con sus entradas (sabéis que odio cuando me pasa eso) jajaja

Venga, ahora en serio, primero dar las gracias a mis compañeras Alba, Lorena y María por su colaboración conmigo en este proyecto, por sus ideas y por conseguir que alguien lo leyera. También las gracias a vosotros, lectores, por aguantarnos y por aumentarnos el ego con esta buena difusión.

Mi plan para hoy es ponerme más insoportablemente sensible contándoos las frases más bonitas, los detalles más emotivos y los grandes momentos vividos estas 5 semanas en mis primeras prácticas en el hospital.

Mi paciente favorita (aunque esté mal decir eso), Lucía, me brindó grandes ánimos con frases como "para pinchar a una persona, más que experiencia hay que tener maña, y créeme, tú la tienes", "hay personas que nacen para esto y se les nota" o "lo mejor de la tarde es verte aparecer por esa puerta".

Una paciente con demencia senil no hablaba con nadie, ni siquiera con su familia. Yo, que no me callo ni debajo del agua, parloteaba aunque sin esperar respuesta. Un día, llegué y dije "hola, princesa". Esta mujer abrió los ojos, me miró, me sonrió y me dijo "Hola". Solo eso me puso la piel de gallina, porque nos quedamos todos alucinando, sin exagerar. Desde entonces, me habla todos los días, me cuenta un poco, como puede, su vida y cuando no entiende algo, se lo intento explicar de forma que lo entienda.

Otra paciente llegó muy triste, le hice la entrevista y cuando terminé, le pregunté qué le pasaba. Resulta que eran las primeras Navidades en años en las que iban a estar reunidos todos sus hijos y temía pasarlas en el hospital. Le dije que lo sentía, pero que no se preocupara, porque en el peor de los casos, ellos estarían igual de reunidos, aunque fuera en un hospital. No le dije nada del otro mundo, pero de alguna manera, le hice sentir mejor.

No puedo plasmar en una entrada de un Blog todas las emociones y sensaciones que he vivido estas semanas, pero me las llevo a todas conmigo. Me llevo las despedidas, los abrazos de mis pacientes cuando se iban a casa y me decían "non cambies nunca, filliña". Se iban con una sonrisa en la cara y me dejaban a mí con otra.

Pero no solo quiero agradecerle esta gran experiencia a los pacientes. También le doy las gracias a mis enfermeras, grandes trabajadoras que han puesto en muchas ocasiones su confianza en mí, me han corregido educadamente y me han felicitado cuando lo he hecho bien. No olvidaré el día en el que una enfermera dijo de ir conmigo y mi enfermera de la tarde anterior, que estaba también en el turno de ese día, le gritó en medio del control "No! ni se te ocurra robármela! Va a ir conmigo!"

Allí, en el 4A, Unidad de Traumatología, me sentí realmente valorada. Me enseñaron lo mejor que pudieron y lo hicieron realmente bien. Me dieron consejos, me enseñaron técnicas que no vienen en los apuntes. Me dieron grandes lecciones y siempre me trataron como a una compañera más, teniéndome en cuenta, dándome cierta libertad las últimas semanas y dándome pie a la confianza.

Así que, de verdad, gracias. Llegué hecha un manojo de nervios, sin saber qué hacer, si era lo mio y si valía para esto. Ahora puedo decir que sí, sé que esto es lo mí y no podría dedicarme a otra cosa.


Una despedida dedicada.

Sé que a muchos no os va a importar, pero hoy quiero escribirle una carta a un gran paciente. Sé que no la leerá, porque no entiende de blogs y de "interneses" pero espero que él lo sepa, y que lo sienta.
"Querido Isidro. Hoy te escribo a ti. Y nada más que a ti. Me acompañaste durante todas mis prácticas, y hasta apostamos a ver quién se iba primero. Y fuiste tú. Sí señor. Saliste por esa puerta del hospital dos días antes que yo.
Ahora estarás en tu casiña, con tu perro, y yo estaré pasando por tu habitación, asomándome y sin obtener esa sonrisa de respuesta. Ese: "Hombre, Alba, me tenías abandonado". Esa mano levantada que me decía tácitamente "Ven, que quiero hablar contigo". Esa sonrisa muda de alegría. Porque sí, Isidro, eras como mi abuelo, y espero haber sido como tu nieta. Te he tratado lo mejor posible durante todo este tiempo, he intentado hacerte sentir lo más querido posible, y a juzgar por tu sonrisa, creo que lo he conseguido. Y si he de serte sincera, lo que más me enorgullece de todas mis acciones en las prácticas no es haber puesto vías a la primera, ni haber sondado perfectamente. Es haberte hecho feliz. A ti y a muchos más. Y eso es la mejor recompensa de todo.
Recuerdo el primer día que te vi. Fue la primera vez en el hospital, y fuiste mi primer paciente. (y tan paciente, Isidro). Recuerdo que hubo que cambiarte la vía porque estaba un poco chof la que tenías, y protestabas como un cascarrabias. (me río con sólo pensarlo). Llevabas aquella estúpida sonda nasogástrica que tanto te molestaba, y que con tanto ahínco querías quitar. Y me pareciste un paciente difícil. En cambio, los días pasaban y te iba conociendo, te iba viendo realmente. Y así, Isidro, te has convertido en el mejor paciente que podría desear. Un amigo, por así decirlo. Y nos separan más de un lustro de años, pero he descubierto que la amistad no tiene edades, y que puedo hacer sonreír hasta al más desanimado Isidro.
Recuerdo todas nuestras peleas para que comieras, pero al final me hacías caso. Recuerdo tus "cuentos" que me contabas cuando iba por allí, y lo mucho que querías a tu mujer. Todo. E Isidro quiero que sepas que jamás lo olvidaré. Quiero que sepas que hasta el último de mis días en el hospital me acordaré de ti y de lo satisfecha que me hiciste sentir por el mero hecho de cuidarte.
Y sí, amigo,al final ganaste tú. Ganaste porque te fuiste antes. Espero que hayas disfrutado ya de un buen corte de pelo y que te sientas todo lo guapo que te querías sentir. Y lo deseo.
Me supo muy mal el no poder despedirme de ti, pero no contábamos con que te dieran el alta tan rápido. Contaba con poder darte un abrazo antes de que marchases, pero quiero que sepas que todas las compañeras me han hecho llegar los besos y los abrazos que me quisiste mandar antes de marchar a casa.
Y, señor Isidro, Don Sonrisa, quiero que sepas que si algún día voy por tu tierra, voy a preguntar por ti, y si te encuentro, iré a visitarte. Porque te lo debo.
Isidro, mucha suerte, recupérate prontito y disfruta de la vida como tú sólo sabes. Felices fiestas, Isidro. Para ti y para toda tu familia.
Te quiere, Alba." 

Todo llega a su fin, muy a nuestro pesar...



Lunes 18 de noviembre, yo, María Menéndez González llegó a la puerta del Hospital Provincial de Conxo, con una bolsa en la mano, dentro de la cual estaba mi uniforme de las próximas cinco semanas, el pijama blanco; con unos nervios que se apoderaban de mí, y un montón de preguntas que asaltaban mi mente, entre ellas ¿A qué unidad me mandarán? ¿Iré sola o algún compañero vendrá conmigo? ¿Me acogerán bien o supondré para ellos una carga adicional? ¿Haré algo mal ya el primer día? ¿Qué me mandarán hacer, y, lo sabré hacer? etc. 

Una de esas preguntas nada más poner un pie en el hospital se me contestó, no iba a ser un estorbo para ellos, todo lo contrario me acogieron con los brazos abiertos. Estaban en lo cierto todos aquellos que cuando les comenté que me había tocado ir a Conxo y que prefería que me hubiese tocado el Clínico me contestaron rotundamente “estas muy equivocada, vas a estar muy contenta, es como una gran familia, en ese hospital hay un trato más cercano y aprendes lo mismo”. 

Las demás cuestiones se me fueron resolviendo poco a poco, en cuanto al servicio al que iba ser destinada fue al de medicina interna, que se encuentra en la 2ª planta del hospital, a mí me tocó en el 2º izquierda. Además con la gran suerte de que no iba a estar sola, no, iba a tener el apoyo, el gran apoyo de mi compañera María. Juntas poco a poco fuimos haciéndonos con la planta, el primer día, todo lo hay que decir, estamos más perdidas que un pulpo en un garaje. Pero con el paso de las semanas cogimos ya la autonomía de saber qué es lo que tocaba en cada momento de la tarde, sin que las enfermeras de ese turno tuviesen que estar detrás nuestra mandándonos hacer las cosas. 

Asique nada más llegar, a las tres, nos hacíamos con todo lo necesario para mirar las temperaturas de todos los pacientes de las habitaciones, dos libretas y bolígrafos para apuntarlas, los termómetros, unas gasas empapadas, muy empapadas, en alcohol, ya que no fue una ni dos las veces que acabamos las dos con los pijamas mojados, y así emprendíamos nuestro camino por todas las habitaciones. Nos las habíamos repartido de forma que  a mí me tocaban las pares y a ella las impares, asique yo iba siempre a la 224, 226, 228, 230 y 232. Una vez que acabábamos tocaba, sí es que había alguna fiebre comunicársela a las enfermeras y registrar todas las temperaturas en el Gacela.

Luego acompañábamos a nuestras respectivas enfermeras para repartir la medicación de las cuatro, un perfalgan por aquí, una nebulización por el otro lado, un pitufo, un suero,  una glucemia, unos vasitos rotulados con sus respectivas habitaciones y camas y con sus pastillas dentro, y eso sí, siempre un “buenas tardes señor o señora que tal se encuentra, le dejo aquí unas pastillinas que tiene que tomar con la merienda, acuérdese”.

A continuación era la hora de familiarizarnos con la inmensa cantidad de medicamentos y de equivalentes que tienen cada uno de ellos, y con los cartones de los pacientes, es decir tocaba quitar la medicación de las seis, de la cena, de las doce de la noche y del desayuno de la mañana siguiente. Una vez que acabábamos, las enfermeras las repasaban y nos decían los errores que teníamos, siempre explicándonos detenidamente todo. 

¡A purgar todo el mundo! Sí, en las horas muertas nos dedicábamos a purgar los pitufos, una de las cosas de las que me he dado cuenta que con el paso de las semanas fui cogiendo más soltura y lo hacía mucho más rápido, todo gracias a las indicaciones de los enfermeros que nos daban trucos para hacerlo más fácil y rápido. 
Cuando el reloj marcaba las seis en punto nos dirigíamos a las habitaciones en las que había pacientes con alimentación parenteral para parar las bombas de alimentación porque de seis a siete es la hora de descanso para ellos.
También las seis, era la hora de poner alguna nebulización y algún medicamento. 

Una vez que acabábamos al llegar al control ya saltaban rápidamente las enfermeras “niñas id tomar algo que es vuestro descanso, pero eso sí a las siete aquí para las glucemias”
Y nosotras como buenas niñas a las siete en punto estábamos ya con una batea con todo lo necesario para hacer las glucemias en las manos, y preguntándoles a que pacientes se la había que mirar.
Una vez miradas les dábamos un pequeño pinchazo para suministrarles las dosis de insulina que le correspondía a cada uno. 

Hecho esto, volvíamos a acompañar a nuestras enfermeras repartiendo la medicación de las ocho.
Se puede decir que aquí nuestra jornada laboral terminaba, si es que no había algún ingreso o alguna complicación.

 El lunes de la tercera semana nunca se me olvidará, mi primer pinchazo, mi primer vía, y mi primer vía bien puesta. Fue un momento muy importante para mí porque uno de mis miedos desapareció, era capaz a pinchar sin que me impresionase, sin tener miedo, sin que me temblase el pulso. 
 
Una cosa es que te guste la profesión de enfermería y estudiar para ello en la facultad y otra cosa muy distinta es valer para desempeñarla.  Es una profesión muy dura, ves cosas desagradables, dolorosas, a personas pasando por momentos difíciles de sus vidas y a algunas enfrentándose a sus últimos días, te tienes que enfrentar a situaciones complicadas y no puedes cometer ni un solo error, tienes que estar cada minuto, cada segundo con los cinco sentidos puestos en todo lo que haces. 

A parte de esa precisión en todas tus acciones tienes la obligación de no solo realizar bien todas las técnicas sino de ser persona, porque las enfermeras cuidan a los enfermos, son las que los acompañan en todo momento, asique nunca nos podemos olvidar de algo tan importante y tan necesario para estas personas como es ofrecerles nuestro cariño, preocuparnos y hablar con ellos, explicándoles en todo momentos que es lo que estamos haciendo y para qué sirve. 
Unas palabras de afecto, un simple gesto de amabilidad con ellos pueden evitar tener que ponerles un sedante o un calmante. 
 
Y no sabéis lo gratificante que es, hasta que te pasa que un paciente te coja cariño y que nada más entrar en su habitación te diga con una sonrisa en la cara “ya estás aquí, ya pensé que no venías, te estaba esperando” o “vuelve por aquí, no te olvides de mi” o que te digan “que dulce es esta chica, siempre con una sonrisa en la cara” 

Pero más gratificante es aún entrar en la habitación y ver algún paciente vestido de calle y que te diga todo feliz “me dieron el alta, por fin me voy para casa” y saber que en parte fue gracias a ti, a tus cuidados, a tus palabras de aliento y a los ánimos que le transmitiste. 

En cambio alguno no consigue regresar a su casa, por desgracia en la última semana tuve que vivir esta situación. Un paciente que nos había acompañado durante las cinco semanas se despidió de nosotros. Lo viví, sí es una situación muy difícil y dolorosa, pero como toda enfermera algún día iba a tener que pasar por ello, y fue en mis primeras prácticas.

Estas cinco semanas han terminado, con una gran pena me tengo que despedir de todos los enfermos y de las enfermeras de mi planta, y de todo el hospital de Conxo. Pero como me dijeron tengo la gran suerte de poder decir que ya llevo la “marca Conxo” y espero que en los próximos años me vuelvan a tocar otra vez las prácticas en este magnífico hospital. Solo me queda dar gracias por todo lo que me han enseñado y todos los valores que me han inculcado, gracias de verdad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Google puede ayudar con los diagnósticos



Un profesor de Medicina preguntó en clase a uno de sus alumnos cómo había llegado a determinar el diagnóstico exacto de un caso. "Tecleé en Google los síntomas del paciente y me apareció". La escena que relató recientemente un reumatólogo en una carta dirigida a la revista 'The New England Journal of Medicine' (NEJM) podría ser un síntoma más de la nueva herramienta que tienen a su disposición los profesionales sanitarios: Internet.

Lo demuestra otro estudio que publicó el 'British Medical Journal' (BMJ) y que ha utilizado el popular buscador para dar con el diagnóstico exacto en 26 casos reales, todos ellos sacados de las páginas del NEJM durante 2005. Hangwi Tang y Jennifer Hwee Kwoon, especialistas del Hospital Princesa Alexandra de Brisbane (Australia) y autores del artículo, seleccionaron entre tres y cinco términos de búsqueda por cada una de las historias clínicas. Sin conocer el diagnóstico real, introdujeron las palabras en Google y eligieron los tres diagnósticos que aparecían en el buscador de forma más relevante y que, a su juicio, mejor encajaban con los síntomas del paciente.

El acierto fue pleno en 15 de los casos (lo que representa un 58%). Y eso pese a que se trataba de patologías raras y poco frecuentes como el síndrome de Cushing (un trastorno hormonal), el de Churg-Strauss (de tipo autoinmune), el de necrólisis tóxica epidérmica, etc.

Igual que los programas informáticos facilitan la toma de decisiones clínicas adecuadas, argumentan los investigadores, Google es una buena herramienta de ayuda en el diagnóstico de patologías poco habituales. Con la ventaja de que es "más fácil" de usar y "está disponible gratuitamente para todo el que tenga una conexión a Internet".

Ambos especialistas reconocen las limitaciones de su pequeña experiencia ("todo puede encontrarse si se emplean los términos de búsqueda adecuados"), pero insisten en la utilidad de este recurso.
"Médicos y pacientes están adquiriendo mayor competencia en el uso de Google para buscar información médica", explican, "hoy en día puede encontrarse y asimilarse información útil incluso para los síndromes más raros en cuestión de minutos". A su juicio, en estos casos poco frecuentes, 'googlear' en busca del diagnóstico exacto puede ser una vía de gran utilidad para los especialistas.