Queridos lectores, nos encontramos de nuevo. Me gustaría
retomar el blog, pero no pudo ser antes por la infernal carga de trabajo del
segundo cuatrimestre.
Hoy quiero hablaros de algo que nos afecta a muchos; y sí,
yo soy una de ellas, pero he de considerarme vencedora en el campo, pues
conseguí seguir adelante.
Os quiero hablar de cómo afectan los trastornos psicológicos
más comunes a la hora de los exámenes. ¿Por qué ahora? Bien, muchos de los que
estéis en la universidad (bien sea en Enfermería o en cualquier otra carrera)
habréis sufrido ya el azote que ello supone y los consiguientes suspensos.
Otros muchos, estaréis aún en educación secundaria o bachiller, y estáis
pasando por ello. Y, por último, muchos de vosotros tenéis en breves las pruebas
de selectividad.
No es cuestión de estudiar. Es cuestión de que tienes una
enfermedad. Sí, no nos engañemos. Es una enfermedad. A mí aún me cuesta
asumirlo. Y soy la primera que al ir al médico no se lo comenta cuando le
preguntan “alguna enfermedad?”. Sí, tengo depresión. Y estoy a tratamiento.
Pero no por ello valgo menos. Y es algo que todos los que paséis por lo mismo
tenéis que saber. Muchas veces se nos dice que tenemos que cambiar de forma de
ser, que somos muy nerviosos (gente con ansiedad) o muy solitarios y tácitos
(gente con depresión). Pero no “somos” así por gusto.
Cuando alguien padece una enfermedad “visible”, si suspende
un examen o tiene una mala época escolar, todo el mundo se compadece y le
alientan a restarle importancia. ¿Pero qué pasa cuando tu enfermedad no se ve?
Qué pasa… pasa que la gente te empieza a decir cosas. Te empieza a decir que
tienes que centrarte, que te pones muy nervioso, que así no haces nada… y,
¿qué? No es tan fácil como dejar de ponerte ansioso o dejar de tener ganas de
dormir todo el día.
Y no es fácil si no te medicas.
Es una sensación de angustia. Quiero que sepáis lo que es un
periodo de exámenes para alguien que padece algún trastorno psiquiátrico. He de
decir que tuve la inmensa suerte de
contar con alguien que me “obligó” a ir al médico, en donde me empezaron a
tratar mi depresión, y todo volvió a la normalidad. Ya no me costaba estudiar,
ya no me quería olvidar de todo. Y por suerte, este curso, no he tenido ni el
más mínimo problema para mantener mi media en perfecto estado. ¿Qué se siente?
Rabia. Mucha rabia. Es la sensación de estudiar como el que más, de saberte
hasta el más estúpido detalle. De estar seguro de que vas a comerte ese examen.
¿y qué pasa? Que llegas al momento, llegas al examen y esa voz perturbada de tu
interior te dice que ni lo intentes. Que no vales nada. Que cualquiera lo puede
hacer mejor que tú. Entonces todo se derrumba. Todo cuanto sabías se ha
esfumado. Los conocimientos arden como papel de fumar. Y vuelves a sentir esa
oscuridad. Sales del examen y lo último que te apetece es ver cómo a todos tus
compañeros les ha salido genial. Porque sabes que tu examen ha sido una puta
mierda. Sabes que no podrías haberlo hecho peor. Y es cierto. Pero no porque
seas un vago y no estudies. Durante el examen, vas haciendo juicio de todo.
Lees la pregunta mil y una veces, y sientes que no puedes responderla. A veces
notas cómo se te hunde el pecho. Como si te acabasen de arrojar un pesado
ladrillo encima. Sientes que te falta el aliento y que no puedes respirar. Y
ahí está otra vez; la voz se ríe y te recuerda que todo lo mucho que has
estudiado se va a quedar en el olvido. Y lo que es peor, te dice una y otra vez
que cuando se lo cuentes a la gente, ellos pensarán que es porque eres idiota.
O porque no estudias. O por ambas.
Estas haciendo el examen y la palabra fracaso no deja de
resonar en tu cabeza. Te tiembla el bolígrafo. Sientes que vas a poner mal
hasta tu nombre. No es racional. Sabes que es un problema cuando una lágrima
empieza a empañar tus ojos. Y sientes como que las piernas te empujan hacia
arriba y te instan a levantarte y marcharte.
Pero esto no pasa en un examen. Ni en dos. Pasa en todos y
cada uno de ellos. Pasa cuando tienes que entregar un examen. Pasa cuando vas a
una revisión. Pasa cada minuto de tu vida.
Es un círculo jodidamente vicioso. Tienes una enfermedad, y
te hace sentir mal. A raíz de ello, las cosas salen mal. Y esto es como la más
pura yesca que te aviva el fuego interno. Prende como la pólvora y cada vez te
sientes peor. Cada vez te hundes más. Y lo peor es que intentas nadar hacia la
superficie pero no da resultado. Ves a todos tus compañeros en la orilla,
disfrutando del baño, y tú ahí, ahogándote. Y puede que te intenten salvar,
pero siempre te sentirás solo. Y es una de las peores partes de todo esto.
Si ya es tortura suficiente salir sabiendo que has perdido
el tiempo, lo peor es cuando recibes la nota. Es la confirmación de la
decadencia. Es el hachazo que le faltaba a tu sentido.
“otra vez”. “y otra” “y otra más”. La gente pasa por encima
de ti y tú cada vez estás más lleno de barro.
Pero no es porque seas idiota. Ni un vago. Ni mal
estudiante. Tienes una enfermedad. Una enfermedad que, os voy a ser sincera, no
se cura sola. No basta con cambiar de actitud.
No se soluciona con apoyo. No se soluciona aprobando un
examen; porque siempre seguirás teniendo la sensación de no valer una mierda.
Por eso, queridos lectores, si alguien puede sentirse
identificado con esto, quiero deciros una cosa. Y sólo una:
“ID AL MÉDICO”.
Sé que os puede parecer obvio, pero muchos no vamos al
médico. Muchos pensamos, “ya se nos pasará”. Pero no se pasa. Es más, cada vez
se hace más y más grande.
Quiero que sepáis que no estoy hablando de tener un mal día,
o de que pases por una mala época y suspendas. Estoy hablando de algo más
serio. De algo que está ahí todo el día. Con sus 24 horas. De un sentimiento
irritante que te hace ser menos. Hablo de un constante pesar, de un desasosiego
continuo. No hablo de levantarte estresado o de mal humor. No hablo de estar
triste por el fallecimiento de un ser querido. Hablo de una enfermedad.
Una enfermedad que te arruina la vida, que te aleja de tus
seres queridos y te trunca el futuro. Por eso, no dejéis de perseguir vuestros
sueños, no permitáis que la depresión o la ansiedad arruinen todo el trabajo
que hacéis. No le deis un segundo más. No.
Y sí, esto va por ciertas personas. No las quiero nombrar
porque no todo el mundo quiere hablar de estos temas. Porque os quiero y sois
mucho para mí. Y yo lo he superado, he juntado fuerzas y me han dado medicación. Y ahora
estoy perfectamente. Ahora puedo concentrarme en lo que me importa, y ahora
puedo ser otra vez yo.
Y tú, en especial tú; eres una persona maravillosa, con un
brillante futuro por delante que desluce por esos suspensos que te nublan y te
entristecen. Sabes, tú, y sobretodo tú, que te he dicho varias veces que esa
ansiedad tendría que estar controlada y medicada. Sabes que puedes con todo eso
y más. Sabes que todo se puede superar, pero no puedes hacerlo sola. ¿Vas a
permitir que la ansiedad te robe la ilusión de tu vida? ¿Vas a permitir que
todo el trabajo que te pasas (que todos hemos estado contigo en la biblioteca)
no valga para nada? Porque yo no quiero que lo permitas. Ni yo, ni el resto de
los nuestros. No tengas vergüenza, no
estás sola. No eres una inútil ni una fracasada. Eres una magnífica persona que
tiene ansiedad y ello le dificulta las cosas. Pero te contaré un secreto: “benzodiacepinas
para todos ;)”