Yo también anduve mucho antes de llegar aquí. A este blog no, claro; al maravilloso mundo de la Enfermería. Y si tienes tiempo y ganas, te lo contaré.
Estudié
un bachillerato tecnológico, cuyas asignaturas me apasionaban y
eran, por así decirlo, las antagonistas de la Enfermería. Sí,
vaya, eran dibujo técnico, física, tecnología, electrotecnia,
mecánica... vamos, algo totalmente diferente. Y claro, con ese plan
de estudios era más que obvio que Enfermería no era una opción
viable para mí; o eso pensaba por aquel entonces.
Todos
mis años de instituto y 1º de bachillerato fueron impecables, por
así decirlo, pero llegó el horrible 2º de bachiller, con su
horrible... digamos... ¿profesora de física? . Y claro, cuando una
asignatura te gusta pero no te entra la manera de explicar, ya sabéis
que pasa (ahora es cuándo debería sonar el “muac muac muaaac”
de los concursos de televisión). Así que entré en una especie de
declive existencial, en el que se me rompieron todas las ideas y
esquemas que tan fuerte me había empeñado en construir. Recuerdo
que en primero de la ESO me hablaron de la carrera de Ingeniería
Aeronáutica en Madrid, y estaba decidida a que eso era lo que quería
hacer. La ilusión duró 5 años, hasta el primer examen de Física
II de 2º de bach. Así que una vez titulada, con un pie en la
universidad, me planteé si realmente me haría feliz hacer esa
carrera, ya que odiaba (sí, de veras) la Física.
Tras
pasar una semana meditando, decidí no dirigir mi vida hacia la
Ingeniería y me vi en una especie de limbo de vacío que no sabía
cómo llenar. Y claro, ya sabéis qué pasa cuando dices la
tremebunda frase de “PUES NO SÉ QUÉ ESTUDIAR”. Un aluvión de
familiares me abordaron por todos los lados, intentando imponerme sus
preferencias y sus ideales. “haz medicina, haz magisterio, haz otra
ingeniería, haz eso, haz lo otro...” ya sabéis, eso que tanto
irrita a los indecisos.
Y,
a las pocas semanas, casi por casualidad encontré un folleto con
información sobre el Ciclo Superior de Anatomía Patológica y
Citología (y ciencias forenses, pero no se incluye en el nombre, no
sea que alguien se asuste). Y caray, me gustó. Me pareció muy
atractivo a simple vista, así que llegué a casa decidida y les
espeté que la Universidad tendría que esperar. Qué queréis que os
diga... les pareció una decepción. Pero nada más lejos de la
realidad. Hacer un ciclo fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Encontré mi camino y me encontré a mí misma. Supe qué quería de
la vida. O al menos de momento. Acabé mi formación y me titulé en
Anatomía Patológica y ahora sí que sabía qué hacer con mi vida.
Ahora sí que era el momento de ir a la Universidad. Ahora.
Así
que tenía claro qué quería hacer. ALBA QUERÍA SER CRIMINÓLOGA.
De la Policía Forense. ¡Guau!. Y estaba ilusionada. Tanto que
durante las prácticas del ciclo, aquí en Santiago, empecé a
conseguir apuntes de la carrera y a estudiarlos, así, al llegar
septiembre ya lo tendría todo bien digerido.
Y
todo perfecto, podréis pensar. Pero obviamente podéis ver que no
estoy en Criminología. Ciertamente, no. Pero, ¿qué pasó? Pues a una
semana de finalizar el plazo de inscripción para Selectividad (más
o menos por Mayo del 2012) me enteré por una llamada a Educación de
la Xunta que a los alumnos de Criminología, al ser una titulación
propia de la USC no se les concedía beca. Y sin beca, Alba no puede
estudiar. No podría costearme la matrícula, la residencia, los
gastos... nada. Absolutamente nada.
Así
que, no me quedó otra que verme frustrada de nuevo y escoger otro
camino. Así que me encontré otra vez en el mismo punto que hacía
dos años. Sólo que esta vez, con más madurez, decidí escucharme a
mí misma y pedir consejo a quienes realmente podrían dármelo. Así,
mi novio, que estudia Medicina me alentó a ir por la rama sanitaria
(que en mi vida había pisado) porque consideraba que tenía
aptitudes. Y lo mismo me dijeron mis profesores de Anatomía. Todos
estaban de acuerdo. “serías una gran médico o una gran enfermera.
Tienes cabeza para ello y tienes personalidad para serlo”. Y así,
descartando Medicina porque NO ME GUSTA LA MEDICINA (es
fundamentalmente porque me gusta más el contacto entre
paciente-enfermera) me decidí: IBA A SER ENFERMERA.
Estaba
muy ilusionada, la verdad, pero, dado que el destino me había jugado
tantas malas pasadas, quise asegurar mi puesto en Enfermería
presentándome a Selectividad. Lo hice por si acaso. Así que me
inscribí y en una semana (que era el tiempo del que disponía) me
puse a estudiar toda la biología que jamás había dado. Células,
lípidos y demás “mierda” (con perdón) que no me sonaba a nada.
No sabía ni qué estaba leyendo. Os lo juro. Y así, con miedo, me
presenté al examen. Y caray, saqué muy buena nota y ya contaba con
la puntuación de sobra como para entrar holgadamente en Enfermería.
Ahora sí que nada iba a impedirme realizarme. Y luego, lo que viene
después ya lo sabéis. EL TEMIDO PAPELEO (insértese mentalmente
aquí un sonido del tipo del “¡¡¡Chan chán!!!”). Eso excuso
contarlo.
Y,
finalmente, entré en primera convocatoria. Estaba contenta, sí,
pero tenía miedo. Miedo a que no fuera lo que me gustase, miedo a
fracasar o a llevar retraso por no venir de la rama sanitaria. Pero,
queridos lectores, y aquí termina mi historia, todo fue mejor de lo
esperado. Me he enamorado profundamente. Me he sumergido de lleno en
esta profesión. Me he ilusionado y me he encantado conforme han ido
pasando los días. Día a día me gusta más la Enfermería, y si de
algo me arrepiento es de haber escogido el mal camino en 4º de la
ESO y haberle cerrado la puerta a la rama sanitaria. Pero, prefiero
pensar que todo sucede por algo, y bien cierto es que al final todos
los caminos llegan a Roma. O a Enfermería, en este caso.
Y
para aquellos que no tengáis seguro si vuestro camino es la
Enfermería, os dejo la cita de nuestra mayor representante:
“La enfermería es un arte y si se
pretende que sea un arte requiere una devoción tan exclusiva,
una preparación tan dura, como el trabajo de un pintor o de un escultor,
pero ¿cómo puede compararse la tela muerta o el frío mármol con el tener
que trabajar con el cuerpo vivo, el templo del espíritu de Dios?
Es una de las Bellas Artes; casi diría, la más bella de las Bellas Artes”.
una preparación tan dura, como el trabajo de un pintor o de un escultor,
pero ¿cómo puede compararse la tela muerta o el frío mármol con el tener
que trabajar con el cuerpo vivo, el templo del espíritu de Dios?
Es una de las Bellas Artes; casi diría, la más bella de las Bellas Artes”.
Florence Nightingale
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