Buenos días queridos lectores, hoy para hacer mi entrada he estado rebuscando por internet y para mi sorpresa y se puede decir tambien que para mi mala suerte, debido a su contenido y a lo que en ella se relata he encontrado una emotiva carta escrita por un padre de una niña de 3 años que padece de cáncer. En esta carta el padre cuenta lo duro que para los padres es saber que la persona que mas quieres está enferma y que encima tiene una enfermedad tan dura como el cáncer, y lo que para ellos es tener el apoyo y la esperanza que les contagian el personal sanitario. Pero lo que en realidad nos quiere transimitir este hombre es la importancia y las consecuencias de los recortes que se están llevando a cabo en el sector sanitario.
Aquí os la dejo para que la leais, a mi realmente me impacto bastante.
Mi nombre es José
Carlos, bueno, en realidad aquí donde estoy no tengo nombre. En la panta de
oncología pediátrica del Virgen del Rocío, los papas no tenemos nombres, nos
llamamos por el nombre de nuestro hijo.
Por eso aquí,
soy el papa de Valeria Adorna de 3 añitos que hace tiempo comenzó a sentirse
muy mal y fue diagnosticada de una cosa con un nombre muy feo, en su abdomen,
que no soy capaz de pronunciar.
Por desgracia
para ella, y para toda la familia, hemos tenido que afrontar una de las
experiencias más terribles que una familiar puede vivir.
Nadie está a
salvo de eso, de repente un día te levantas y nada vuelve a ser lo mismo, tu única
suerte es que están ellos y que están por todas partes
Recuerdo el
primer día que llegue a esa planta, el equipo de profesionales sanitarios de
oncología pediátrica nos cogieron fuerte la mano y nunca más nos la soltó.
Ellos sí que
saben de esperanza, pero de esperanza de verdad, de esa que te permite
levantarte por las mañanas y te hace soñar con una mañana mejor.
Esa esperanza a
la que te agarras cuando ves como tu pequeña pierde peso, se le cae el pelo,
tiene vómitos… en definitiva, no es la misma que hace unos meses jugaba en el
parque. Todo en ella ha cambiado, todo menos la alegría y las ganas de vivir
que el personal de esa planta le inyecta cada día. Son ángeles, personas que
tienen un don especial para poder soportar las peculiaridades de cada caso y
para tener el valor de seguir sonriendo cada día. Por desgracia somos un caso
de los más de cien que atienden… suerte que están ellos.
Día a día los
ves al límite, no pasa un día que no venga un amigo nuevo a la planta, a veces
incluso varios, y a todos ellos los arropan entre sus alas.
Aun recuerdo y nunca
lo olvidaré el primer día. Cuando le diagnostican algo así a la persona a la
que quieres, pierdes el control de tu vida. Te conviertes en un barco a la
deriva sin saber por dónde tirar, hasta que Palma, Eduardo, Nacho… entran en
nuestras vidas. Entonces se convierten en nuestras guías, en nuestro faro,
nuestra luz y nos van dando pautas para que no te pierdas. Para que puedas
estar a la altura de la situación ya que su apoyo es muy importante para la
pequeña. Nosotros tuvimos suerte, porque cada vez que nos invadía una duda,
problema o complicación, ellos estaban ahí, al pie del cañón.
Pero hoy nos
hemos levantado con una noticia que ha sobrecogido nuestros corazones, el
personal sanitario que atiende el hospital infantil se ve drásticamente
reducido.
La oncóloga
Valeria, y otros muchos compañeros que han reconducido muchas vidas, los
sientan una semana es sus casas porque al parecer no hay dinero suficiente para
pagarles, dicen que los médicos que se quedan pueden asumir toda la carda de
trabajo, guardias, sábados, etc.
Pobres padres
que, cuando se vean perdidos en esta enfermedad tan compleja, vayan a la unidad de oncología, a ecografías,
cirugía y le dan cita para unos meses por el exceso de trabajo, porque haya
menos oncólogos, cirujanos, enfermeros… y se hagan menos pruebas a estos niños
cuyos padres esperan con angustia esos resultados.
Pobres médicos y
enfermeras que, sabiendo las necesidades de esos niños enfermos, no puedan
cubrirlas con los medios que tienen a su disposición.
Y sobre todo, y
lo peor, pobres niños que les toque pasar por esto, por momentos de “recortes”
y “crisis” de los que son lo menos culpables de todos.
Quiero que
recapacitéis sobre lo que, dentro de un hospital, se puede o no recortar.
Supongo que tendréis unos objetivos de recorte pero quiero que sepan que hay
objetivos que no se pueden cumplir por mucho que vengan impuestos, sería
importante que las personas que os lo piden lo supieran. Que los tramitáis, con
nuestra voz y de nuestra mano. Ruego que haga seguir mi carta a donde haga
falta para que puedan entender los que mandan, y sin que tengan que pasar por
ello, lo duro que ya de por si es tener un hijo enfermo, para que los recortes
lo hagan aun más duro y lo que es peor, pueda traer consecuencias graves por la
falta de pruebas o el saturamiento de quirófanos y de personal.
Ruego que la
persona que lea esto se ponga por un momento en la piel de nosotros-los padres-
y que, si tienen hijos, los pongan en la piel de esos niños y que me digan, con
la mano el el corazón, si estos recortes son de verdad indispensables y no
podéis con vuestros estudios y recursos buscar alternativas a esta situación.
Por favor que
los recortes no sea a costa de la calidad de vida y la salud de nuestros hijos,
algunos de ellos en la última etapa de su vida.
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