lunes, 9 de diciembre de 2013

Un lugar de despedidas

Muchas veces he escuchado cómo describían esta profesión como "algo muy duro". Es cierto, es realmente gratificante, satisfactorio y hermoso dedicarse a la Enfermería. Pero también tienes que ser fuerte. Eso es algo que creo que todos aprendemos con los años y yo, personalmente, estoy empezando a darme cuenta de que "duro" es quedarse corto.

Las emociones fluyen por cada rincón del hospital. Alegría, pena, optimismo, tristeza, esperanza... todo a la vez. Es muy sencillo dejarse llevar por las buenas sensaciones, pero no lo es tanto combatir con las malas.

Saber que una persona está ingresada y no va a volver a su casa, ver el dolor en su cara, en la de su familia, cómo se va debilitando y consumiendo poco a poco. Y nadie puede hacer nada.

Pero no quiero escribir una entrada triste hoy. Quiero escribir algo real, algo que vemos todos los días.

Muchas veces he oído frases como "yo es entrar en el hospital y ya me pongo enferma solo por el ambiente". Me parecen palabras vacías, sin ninguna lógica ni fundamento. Yo cuando llego al hospital veo a personas, antes que a enfermos. No me van a contagiar nada ni me van a poner enferma. La mayor parte de las veces, entras y ves a sus familias allí, hablándoles o simplemente haciéndoles compañía, lidiando como pueden con lo suyo.

No se puede apreciar el amor de verdad y el cariño en ningún sitio tanto como en un hospital. Allí eres testigo de momentos únicos, de palabras cargadas de sentimiento y sí, de dolor. Pero, ¿cómo no va a haber dolor? La gente tiene una perspectiva equivocada, el dolor también forma parte de la vida, todos lo sentimos alguna vez. Claro que lo hay, pero no podemos reducir todo a eso.

Sentimientos encontrados, eso es lo que encuentro yo allí. Alegría por ver cómo la gente se va de alta. Tristeza por ver que algunos no mejoran. Pero, aunque suene egoísta, llega un momento en el que les coges tanto cariño a algunos pacientes, que te alegra tenerlos un día más allí. A eso es a lo que me refiero con sentimiento encontrados.

Entrar en una habitación, ver caras nuevas. Conocerles. Cuidarles. Despedirles.

Porque eso es el hospital, un lugar de despedidas. Algunas felices, otras tristes, otras rutinarias, otras inesperadas. Pero, como ya he dicho anteriormente, es lo normal. Ellos se van, de una forma u otra, y tú te quedas. 



Pero te quedas junto con su agradecimiento y también con la satisfacción de saber que les has ayudado. Despertad, amigos míos, la Enfermería no es solo ir a clase y aprobar exámenes. Es simplemente algo a lo que merece la pena dedicarle tu vida.



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